actualidad-1Como ya lo hemos advertido en ediciones anteriores (ver semanarios N.º 712, N.º 735 y N.º 750), existen problemas estructurales en nuestro sistema educativo, que van desde la gestión de la misma hasta su infraestructura, los cuales limitan el éxito académico y el potencial laboral de los alumnos peruanos.

De acuerdo con estimaciones del Ministerio de Educación, la brecha educativa –que engloba la infraestructura, la renovación del mobiliario y la extensión de la jornada estudiantil– se encontraría alrededor de los S/. 60,000 millones, lo que indica que las instituciones educativas no ofrecen ni los contenidos ni los ambientes adecuados para que el alumnado pueda culminar la escuela con herramientas que le permitan cursar estudios posteriores con éxito. Esto deja en una gran desventaja a nuestros niños y jóvenes, próximos aspirantes al mercado laboral, y la situación se agudiza aún más en aquellos que pertenecen a familias pobres.

En ese aspecto, varios estudios[1] señalan que la pobreza, como limitante presupuestario al acceso de la educación superior (por los costos que la misma implica), solo explica parcialmente el desarrollo académico y laboral del niño o adolescente. Tanto o más importantes son las características de la familia derivadas de la situación de pobreza. Por ejemplo, las preferencias por la educación del hijo frente a las urgencias que sufre la familia, ya que el tiempo invertido en los estudios es percibido como un costo, debido a que el mismo podría ser empleado por el joven en generar ingresos para el hogar. Asimismo, el nivel de educación de los padres de familia es un factor determinante en el desarrollo de habilidades cognitivas en el estudiante y un motor de motivación para seguir estudios postsecundarios, entre otros.

Pese a que el Gobierno ha realizado esfuerzos para que un porcentaje de los adolescentes y jóvenes de familias pobres pueda recibir educación superior (Beca 18), a partir de lo expuesto anteriormente, el lector puede caer en la cuenta de que la gran mayoría de los jóvenes peruanos tienen pocas opciones de alcanzar, y concluir exitosamente, este nivel de educación. ¿Qué posibilidad tienen estos jóvenes y adolescentes? La educación técnico-productiva es una alternativa para ellos.

¿Cómo funciona la educación técnico-productiva?

Según el reglamento de la educación técnico-productiva, su objetivo es la adquisición y desarrollo de competencias laborales y empresariales, que responden flexiblemente a la heterogeneidad de la demanda del sector productivo, del desarrollo local, regional y nacional, así como a las necesidades educativas del estudiante de esta modalidad. Asimismo, se prioriza la atención a la población de menores recursos, especialmente en el ámbito rural, cuyo nivel de empleabilidad es bajo (solo el 79% de la PEA está ocupada, según la Encuesta Nacional de Hogares 2013). Por otro lado, la educación técnico-productiva está diseñada de tal modo que incluso las personas que solo cuentan con educación primaria puedan capacitarse. De este modo, estos alumnos podrán, en corto tiempo, desarrollar habilidades que le permitan insertarse en el mercado laboral en trabajos de menor complejidad, al aumentar su productividad (la vía más segura de salir de la pobreza). Esto, sin perjuicio de concluir luego la educación secundaria si así lo eligieran.

Sin embargo, a pesar de que existen 2,050 centros de educación técnico-productiva (CETPRO) –1,420 privados y 630 públicos– ni el Ministerio de Trabajo ni el Ministerio de Educación han lanzado alguna campaña en los medios de comunicación masiva para que esta información llegue a las personas que la requieren. Asimismo, es necesario que el Gobierno realice más convenios entre el sector privado y todos los CETPRO públicos y privados para capacitar a jóvenes en situación de pobreza, como se lleva a cabo algunas de estas instituciones a través del programa “Jóvenes a la obra”, de modo que sean las mismas empresas privadas las que diseñen la malla curricular y participen en la formación de sus potenciales empleados.

Por si hubiera duda acerca de las ventajas de esta modalidad de educación para el trabajo, la experiencia internacional muestra que los beneficios de la misma son irrefutables. En Colombia, aquellos que se graduaron de escuelas técnicas en 2006 reportaron un aumento promedio del 14.6% en su salario real hacia 2007, según cifras del Observatorio Laboral para la Educación. Por otro lado, en Chile, la remuneración para técnicos en el sector de minería registra un aumento del 33% al año de haber culminado la escuela técnica.

La inversión en educación, de la mano del sector productivo privado, muestra otra vez que tiene un sinfín de soluciones al desarrollo de la productividad en nuestros ciudadanos. Solo falta voluntad política, calidad en la gestión y continuidad. ¿Cuándo promoverá el Gobierno del Perú esta modalidad de formación laboral?

[1]Poverty, equity and access to education (Dieltiens y Meny-Gibert, 2008); The costs of child poverty for individuals and society (Griggs y Walker, 2008); ¿Por qué los pobres no van a la universidad? (Castro, 2012) en Saberes Compartidos.


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